«Quizá hay lugares a los que no se debería volver. Los visitaste tiempo atrás, guardas un recuerdo de cómo eran, de cómo eras tú cuando estuviste en ellos, y al regresar te das cuenta de cómo han cambiado. El lugar. Tú. La nostalgia es una pésima compañera de viaje. Te distrae de lo nuevo. Te arrastra a lo conocido. Y una vez allí te susurra con malicia ¿Te das cuenta? Nada permanece«.

Así comienza el libro «El lugar más feliz del mundo» de David Jiménez y es probable que leyendo esta cita se te vengan algunos lugares a la mente a los que has viajado. Hay lugares a los que no deberíamos volver porque el recuerdo es tan perfecto que asusta estropearlo.

Eso es exactamente lo que nos pasa con Milos, una pequeña isla volcánica griega del mar Egeo, perteneciente al archipiélago de las Cícladasa la que fuimos a pasar unos días sin saber muy bien que nos íbamos a encontrar con nuestro pequeño paraíso mediterráneo. No sabemos si existe el destino perfecto, pero sin duda Milos está muy cerca de serlo.

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La isla de Milos

Era el verano de 2011 cuando nos fuimos de vacaciones a Grecia. Por aquel entonces no existían tantos blogs de viajes como ahora o quizás éramos nosotras las no buscábamos la información en los blogs y nos guiábamos más por las guías de viaje. Así planeamos nuestro viaje, con una guía en la mano y unas búsquedas rápidas por internet. Teníamos claro que después de las visitas culturales de rigor, que nos llevaron a descubrir Atenas, Delfos y Meteora, queríamos pasar unos días en las conocidas islas griegas.

Son tantas las islas griegas que se hace difícil escoger entre tanto paraíso de agua turquesa. Pero al final nos decantamos por la conocídisima Santorini y por la desconocida Milos. Realmente no sabíamos muy bien que nos íbamos a encontrar pero decidimos incluir en nuestro itinerario isleño una isla más tranquila, pequeña y alejarnos un poco de aquellas que se venden como paraísos de fiesta. Teníamos unos cuantos años menos pero aún así el turismo de «playa y fiesta» exclusivamente no iba con nosotras. Para gustos, colores.

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Así es como llegamos a Milos en un ferry desde Atenas, sin nada reservado y sin muchas referencias. Milos nos sorprendió desde el primer momento y en seguida nos dimos cuenta de que en Milos de respiraba tranquilidad. Pasamos tres días en la isla y  fueron perfectos, o al menos así los recordamos, como uno de esos anuncios de Estrella Damm que dan comienzo a un verano mediterráneo.

Milos tiene muchas playas que son realmente espectaculares e interesantes desde el punto de vista geológico. Nos quedamos asombradas con la espectacular playa de Sarakiniko, con una belleza única. La playa de hueso blanco tiene esas características inusuales como consecuencia de rocas volcánicas formadas por el viento y las olas y el contraste de su característico blanco con el azul intenso del agua de mar, la convierten en una de las playas más bonitas que hemos visto.

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Playa de Sarakiniko

La zona sur de la isla, llamada Kleftiko, es el destino estrella y lo mejor de todo es que es una zona solamente accesible en barco. En esta zona de la isla hay muchas rocas, esculpidas por el viento, cuya belleza también reside en el color de sus aguas cristalinas. Vistamos esta zona de la isla en una excursión en barco, bañándonos en diferentes puntos, haciendo snorkel en aguas turquesas y disfrutando de uno de los mejores días de nuestras vacaciones en Grecia.

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Aguas de la zona de Kleftiko

Además el pequeño pueblo de Adamas donde nos alojamos era tranquilo y en él se respiraba un ambiente local, sin excesivo turismo masificado. Pequeñas callejuelas de color blanco que contrastan con el color azul de puertas y ventanas, la pequeña iglesia del pueblo, restaurantes donde comer barato algunas especialidades griegas ayudan a que los días en Milos sean tranquilos y perfectos.

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Milos es uno de esos lugares al que no queremos volver porque el recuerdo es tan perfecto que da miedo estropearlo. Y es que Milos es la de las aguas calmadas, tranquilas y turquesas. La de las playas vacías. Milos es ese lugar de veraneo, donde los niños juegan en la plaza del pueblo al atardecer, mientras los mayores charlan entre ellos. Milos es ese lugar donde los días de verano son (casi) idénticos y no hay más preocupación que disfrutar del mar, de la playa y del buen tiempo.

Milos es nuestro pequeño paraíso mediterráneo. ¿Cuál es el vuestro? ¡Cuéntanoslo en los comentarios!

 

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