“No quiero oír hablar de la obediencia al ankhar. Si todo el mundo solo piensa en el ankhar, en la disciplina y en cumplir órdenes, osea, ejecutar órdenes o sino me matan, es el fin de nuestro mundo. El fin de la justicia. Ya no existen los ideales ni la conciencia humana. Que los hombres conviertan a los seres humanos en animales o en algo peor que animales no está bien, no está bien…”
Wan Natt, superviviente del Tuol Sleng
En pleno centro de Phnom Penh se encuentra el Museo de los Crímenes Genocidas «Tuol Sleng», una antigua escuela francesa reconvertida en el centro de detención y tortura S-21 por los Jemeres Rojos de Pol Pot.
Es una visita dura, durísima, pero también necesaria y diríamos que hasta obligatoria para entender la historia reciente de Camboya y para conocer el horror que vivieron los camboyanos durante esos tres sangrientos años que duró la dictadura de los Jemeres Rojos. Muchos no conocen esta parte de la historia y consideramos que es necesario conocer estas páginas sangrientas, dolorosas y terribles de la historia del país para aprender y evitar que historias como estas se vuelvan a repetir.
Museo del Genocidio
UN POCO DE HISTORIA
¿Quiénes son los Jemeres Rojos? Los Jemeres Rojos es el nombre que recibe el Partido Comunista de Kampuchea. Este partido tomó el poder el 17 de abril de 1975 tras la guerra con Vietnam, derrocando el régimen del general Lon Nol, y controló Camboya de 1975 a 1979.
Lo curioso es que cuando los Jemeres Rojos entraron en la capital el 17 de abril de 1975, los camboyanos se echaron a las calles a recibirles con alegría porque pensaban que restablecerían la monarquía con el príncipe Sihanouk y que les liberaría del ejército americano. Pero no fue así.
Los Jemeres Rojos eran un grupo de intelectuales que se habían formado en Francia y que estaban liderados por Pol Pot. Bajo su dirección, se impuso un régimen con un modelo socialista agrario basado en los ideales de maoísmo y el estalinismo. Su política se caracterizó por la ruralización forzada de los habitantes de los núcleos urbanos, torturas, ejecuciones masivas, trabajos forzados generalizados y malnutrición. Se separaron familias enteras para eliminar los vínculos afectivos o sanguíneos.
Se abolió la propiedad privada, la moneda, el mercado, las escuelas y los hospitales. Se destruyeron templos, se persiguió a intelectuales y religiosos, se quemaron libros y ropa. La influencia del capitalismo, la moneda, la religión, la sociedad de clases, la cultura o cualquier manifestación artística era contraria al régimen.
Aulas convertidas en celdas
Se calcula que durante los tres años que duró la dictadura de los Jemeres Rojos desapareció un cuarto de la población del país, es decir, entre un millón y medio y tres millones de camboyanos fueron asesinados.
En este contexto de horror, persecuciones y torturas, los Jemeres Rojos reconvirtieron una antigua escuela francesa en uno de los centros de detención y tortura más siniestros del régimen, conocido como S-21. Fue inaugurada en 1976 y fue diseñada por Kaing Guek Eav, más conocido como Duch, quien fue el director de esta prisión durante la mayor parte del tiempo, hasta enero de 1979.
La S-21 era de carácter secreto y se calcula que por ella pasaron al menos 14.000 personas entre 1976 y 1979 de las cuáles sólo sobrevivieron 12, entre ellas 5 niños. La S-21, como llamaron los Jemeres Rojos a esta prisión, fue creada con el objetivo de proteger al Partido, arrestando a todo aquel que fuera sospechoso de colaborar con alguna fuerza extranjera, especialmente vietnamita, soviética o estadounidense, a cualquiera que hubiera sido colaborador en el pasado con elementos contrarrevolucionarios o fuera sospechoso de ella y cualquier otro motivo que pusiera en duda la lealtad al régimen.
Los prisioneros venían de diversos orígenes: en un principio fueron los miembros del depuesto gobierno o personas relacionadas con el mismo, después vietnamitas, chinos o personas consideradas “enemigos del estado” por alguna razón. También hubo prisioneros de otros nacionalidades. Además, tal era la paranoia y locura del Pol Pot por encontrar al “enemigo oculto” del Partido que también fueron prisioneros algunos dirigentes de su propio partido, el “Angkar”.
La antigua S-21
De la S-21 nadie salía con vida. Si el detenido tenía “suerte” su estancia en la S-21 era corta y en un par de días le llevaban a los Killing Fields, o Campo de la Muerte de Choeung Ek, situado a unos 15 kilómetros de la ciudad. Por el contrario, si el detenido estaba acusado de algo más grave le esperan semanas e incluso meses donde día a día era torturado hasta conseguir la confesión deseada. Después el destino era el mismo: el Killing Field de Choeung Ek.
Durante el tiempo que permanecían en prisión debían seguir una serie de reglas estrictas, diseñadas por el Duch:
- Está absolutamente prohibido hablar o dirigir preguntas a los otros.
- Antes de hacer cualquier cosa, pida permiso a un guardia.
- Siga de manera absoluta las normas, no se haga el libre.
Los sospechosos eran arrestados y llevados a la prisión, donde les interrogaban y eran juzgados por el Duch, el único juez que daba el veredicto sobre la culpabilidad y sentencia, que normalmente era la pena capital. Los prisioneros permanecían en este centro de interrogación y tortura donde se alteraba sus biografías para justificar la detención y ejecución y donde eran sometidos a sesiones de tortura inimaginables hasta que confesaban aquello que los verdugos querían escuchar.
Las reglas en la S.21
Durante estos horribles interrogatorios, los prisioneros no debían olvidar que tenían que seguir las siguientes normas:
- Responder lo que se pide, no alterar las preguntas.
- No utilizar en absoluto ningún pretexto para debatir o discutir.
- No hacerse el tonto porque el prisionero fue lo suficientemente valiente para oponerse a la revolución.
- Responder inmediatamente, no tardar ni siquiera un segundo.
- En cuanto a pequeñas faltas o fallas, ofensas morales, errores, no hablar de esas cosas; no hablar acerca de asuntos de la revolución.
- No gritar cuando sea golpeado o electrocutado.
- No hacer nada. Sentarse y esperar órdenes. Si no hay órdenes, no realizar ningún acto. Cuando se ordene algo, hacerlo inmediatamente y sin argumentar.
- No inventar ningún pretexto sobre el Krom de la Kampuchea con el fin de ocultar su traición a la revolución.
- Si no se siguen estas normas, recibirá innumerables látigos y choques eléctricos.
- Si comete una violación, recibirá diez latigazos o cinco choques eléctricos.
El exhaustivo trabajo de archivo y documentación que llevaron a cabo en la S-21 ha servido para conocer los métodos de tortura que se emplearon. Estos iban desde el aislamiento en celdas extremadamente pequeñas, a interrogatorios y palizas durante horas, descargas eléctricas y otros métodos más crueles. Los prisioneros morían lentamente ya que el “Angkar” no gastaba munición en sus víctimas y prefería dejarlas morir. Esto no solo pasaba en la S-21, sino que en todos los Killing Fields de Camboya se seguía esta norma de no gastar munición.
Además también hicieron un gran registro fotográfico y muchas de estas fotografías están expuestas en las diferentes salas del museo. De hecho, muchos camboyanos vinieron y vienen hasta aquí buscando entre todas esas fotografías el rostro de familiares desaparecidos, para poder cerrar así la historia y saber el triste final de sus familiares.
Nombres de víctimas
El 7 de enero de 1979 las tropas vietnamitas entraron el la capital y descubrieron Tuol Sleng, con cuerpos en estado de descomposición y donde milagrosamente había 7 personas con vida. Siete personas de las 14.000 que se calcula que pasaron por ahí. Y no fue casualidad que conservaran sus vidas. Por ejemplo, a Choum Mey se le mantuvo en vida por su habilidad con los motores y otras máquinas y Van Nath era pintor y estas habilidades fueron útiles para los Jemeres Rojos.
Algunos de ellos aún viven y suelen estar en el Museo. Han dedicado su vida a contar los horrores que vivieron y a denunciarlos. Estas son las palabras que Van Nath pronunció para la gente que trabajaba en el centro de detención y que decían que no tenían más opción que seguir órdenes:
“No quiero oír hablar de la obediencia al Ankhar. Si todo el mundo solo piensa en el Ankhar, en la disciplina y en cumplir órdenes, osea, ejecutar órdenes o sino me matan, es el fin de nuestro mundo. El fin de la justicia. Ya no existen los ideales ni la conciencia humana. Que los hombres conviertan a los seres humanos en animales o en algo peor que animales no está bien, no está bien…”
LA VISITA
El Museo está situado en la calle 113 y abre de 08:00 a 17:00. La entrada es gratuita para los camboyanos y los extranjeros pagamos una entrada que cuesta 5 dólares. Te recomendamos que pagues la audioguía que cuesta 1 dólar porque se hace fundamental para comprender la historia de Camboya durante esos años y la prisión. Además, realmente la audioguía tiene unas explicaciones claras, interesantes y para nada pesadas. Nosotras tardamos unas tres horas en visitar todo, escuchando todas las explicaciones.
Museo del Genocidio
El Museo conserva los espacios según fueron organizados por el Duch. La antigua escuela fue adaptada para ser convertida en prisión, se cerraron los edificios con alambre de espino y las ventanas se cubrieron con barras de hierros. Las antiguas aulas de la escuela francesa se subdividen en pequeñas celdas para los prisioneros. Todas las estancias se pueden visitar.
No creemos necesario dar detalles en este post de todo lo que hay que ver dentro de cada sala, solo queremos deciros que si pasáis por la capital de Camboya, debéis tomaros un tiempo para visitarlo, para que comprobéis los horrores que allí se vivieron.
Museo del Genocidio
Es una de las visitas más duras que hemos hecho, pero totalmente necesaria. Así que si pasáis por Phnom Penh, durante vuestra ruta por Camboya, os recomendamos encarecidamente que visitéis el Museo del Genocidio.
Hola, magnífica entrada. Solo un apunte, lo que está prohibido son las fotos con flash. He preguntado y me han permitido hacer fotografías
Hola Tatiana, gracias por el aporte. Igual lo han cambiado en estos últimos años, así que vamos a actualizar la información. Un saludo.